Me
entrego de nuevo al olvido;
a
deshacer las maletas preparadas
para
el resto de la vida;
a
cancelar las mil y una noches
que
había reservado para los dos;
a
archivar los poemas, las palabras
y
la música que eran de los dos;
a
evitar lo inevitable:
pensar
en ella;
a
volver a comenzar cada mañana de cero
y
con un nudo en la garganta.
Me
entrego en silencio
a
la ceremonia secreta
de
perdonarme haber amado.