Tengo
un oficio que no pienso dejar,
no
eres tú,
soy
yo. Sí, yo...
Ese
universo en el que habito:
el
de los malos hábitos,
de
los humores peligrosos,
el
laborioso perezoso que soy,
el
caminador de ensueños,
el
lector de escrituras varias,
casi
todas, donde haya un signo
ahí
llegarán mis ojos con una pregunta
para
entender el símbolo, sentirlo,
vivirlo, hacerlo propio
y
gozar, gozar hasta
que no
pueda más
y entonces contarlo en
palabras,
en versos o cuentos.
Levantarme cada día es delicioso
y
tomar un café frente a un periódico
es
el cielo con olor a pan fresco.
Mirar
por la ventana
y
ver que ahí fuera el universo
de
los otros con sus pensamientos,
con
sus cuentos y sus escritos me espera.
Una
mañana,
que si dios existiera,
me
envidiaría.
Leer,
leer, soñar, imaginar, elaborar,
hilar
letras, palabras, significados
y
con tan pocos elementos
volver
un mundo viejo
en
otro universo, el mío.
Así,
cada día, hasta que los ojos
se
caen de cansancio
y cada noche un libro
de
páginas llenas de sueños
me
acompaña entre mis manos.
Es
que duermo lecturas,
libros y periódicos
y
hasta poemas de jabón.
El
infierno sería que despertara
y
no existieran los cuentos, las palabras,
los
poemas y los poetas.
Sin
poesía no soy y tampoco soy poeta,
mi
oficio es ser lector.