Fue
en un verano lejano,
yo tenía doce años
yo tenía doce años
y la vi caminar por la playa.
Desde
ese día le quise hablar.
La
adoraba en silencio.
La
sentía correr por mis venas.
La
imaginaba siempre.
La
soñaba
cada noche
y
esperaba su regreso en la tarde
mientras la
imaginaba caminando conmigo
tomados
de la mano.
Y
un día, cuando ya los días
eran
más cortos y
la playa donde viví
este
amor imposible
se
quedaba casi sin visitantes,
mientras
yo comía
el último helado de fresa
el último helado de fresa
de
ese largo y cálido verano,
me
habló
sin
saber que ya la amaba.
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